1 de octubre de 2011

Peñalara, sueños de montaña

La Sierra de Guadarrama es sólo un pedacito más del Sistema Central, alineación montañosa tan larga como un viaje en línea recta entre Madrid y el Cabo de Creus, originada por las tensiones entre las placas que sustentan las submesetas Norte y Sur; dos gajos de España a la vista desde su punto más elevado, el Pico Almanzor en Gredos.
Fue en sus cumbres- más concretamente en Peñalara- donde hace casi un siglo se comenzó a gestar el ansia proteccionista en este país, cuya punta de lanza fue la Institución Libre de Enseñanza, impulsada por los ecos de Yellowstone y avalada por la importancia ecológica de estas montañas. Como todos los inicios son siempre hermosos y románticos, ya ha habido tiempo suficiente para que los propios políticos se hagan valer desacreditando cualquier política de gestión ambiental (¿qué país soporta diecisiete criterios diferentes para algo tan indivisible?). Si estos primeros afanados montañeros hubieran sabido que el entonces declarado Sitio Natural de Interés Nacional es hoy el Parque Natural de la Cumbre, Circo y Lagunas de Peñalara, que se ha intentado declarar Parque Nacional y que se encuentra frente al Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, tal vez habrían vacilado en sus pasos hasta para darle un mordisco a sus bocadillos. Y esto en un rincón cualquiera...
La cuerda que culmina el muro de granito de Peñalara es el lindero que separa las heredades de Madrid y Segovia, senda fácil de ascender cuando alrededor de los 1900 metros de altitud desaparecen los pinos silvestres y apenas el intenso aire que corre por los collados de la Hermana Menor y Hermana Mayor transita por el lugar. Poco antes de culminar, descolgado de la montaña como el antiguo panteón de hielo que es, se encuentra el Circo de Peñalara, 140 hectáreas esculpidas hace casi dos millones de años por la acción glaciar de la que aún quedan más de veinte lagunas, hábitat privilegiado para la flora y la fauna protegidas. Piornales, pastos, praderas alpinas y líquenes son los últimos acompañantes de un pico que sobre los 2400 metros presenta un rostro de jirones pétreos. Lugar de nostalgia, de soledad y compañía, la que tenemos y la que podríamos haber tenido. Montaña de sueños mientras al pisar escuchas el sonido hueco de las suelas sobre la roca...

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