28 de junio de 2012

Islandia (I), la lava que te parió

Naturaleza desparramada por toda una isla. Creo que más no puedo simplificar una descripción de Islandia. Hay quien dice que por su aislamiento y escasa población (331.000 habitantes- ni tres por kilómetro cuadrado-) no es representativa para ejemplificar nada, pero yo pienso que es más bien al contrario.
Después de haber perdido los sentidos durante diez días, poner el culo en casa significa recordar y reflexionar sobre lo vivido, porque más de 3.000 km dan para mucho. No me gusta ir de viaje y pasar el tiempo sentado viendo pasar las moscas... prefiero ir con ellas a ver su mundo, conocer nuevos lugares, encontrar lo convencional y lo excepcional de su tierra. Y en Islandia hay mucho, demasiado para abarcar en tan poco tiempo, incluso recorriendo únicamente la carretera número 1, que circunvala el país. El concepto que la mentalidad islandesa encierra sobre la naturaleza es muy sencillo y barato: no destruir, no alterar, ser responsables. Un ejemplo para el mundo entero.
Nuestras primeras horas de viaje las pasamos por la península de Reykjanes, al Sur y Suroeste de la capital y del país, toma de contacto para ir abriendo (la) boca (y babear). El paisaje se extiende casi llano en los alrededores del aeropuerto y la naturaleza comienza a desplegarse de forma desconocida, casi surrealista, jugando con las inexplicables formas de los campos de lava aborregados por el musgo y los tonos pardos y oscuros del liquen y las cenizas. Aire puro, purísimo, excelente; agua de color azul intenso, casi plata, casi negro. Recuerdo esas primeras sensaciones con emoción, con una felicidad que sólo la naturaleza y las personas especiales pueden darte: a las 5 de la madrugada el sol era espléndido pero el ambiente frío (5º C), la vida estaba en pie y en paz, la gente aún dormía en sus casas de colores y la tierra bramaba fumarolas desde sus intestinos. En mi vida había visto un paisaje tan inhóspito, indomable, radical y cautivador para los sentidos... y acabábamos de llegar.
Sea por su aislamiento, por su clima, o ambas cosas, los islandeses han construido una sociedad con mayúsculas, con un espíritu colectivo y solidario difícilmente imaginable en nuestras latitudes. Como el resto de países escandinavos y de Europa Occidental es casi imposible verlos desmandados y sin un comportamiento perfectamente correcto, prudente y educado. Quiero creer que en público se comportan así porque tienen una isla que es para volverse demente y campo para gritar como locos. Pero hasta para la revolución son un ejemplo, ¿no?
Esto acaba de comenzar...

19 de junio de 2012

Ginebra (y III): CERN, conocimiento con mayúsculas

Aunque algunos se empeñan en lo contrario, en el CERN (Centro Europeo para la Investigación Nuclear, por sus siglas en francés), al Noroeste de Ginebra y entre campos labrados de pueblecitos francosuizos atentos el Montblanc, hay un grupo de personas que se taladran los sesos cada día para hilvanar teorías sobre el Universo. ¿Habré compartido mesa con un futuro Premio Nobel de Física?
Para lo más simple, lo más grandioso. Así funciona este acelerador de partículas del que, a partir del lanzamiento de millones de haces de partículas en direcciones opuestas y envenenados a una velocidad casi tan demencial como la de la luz, se espera producir un número significativo no sólo de perfectos choques frontales, sino que su colisión deje rastros- entre otros- del ignoto y mediático bosón de Higgs: una partícula hasta doscientas veces más masiva que el protón pero tan inestable como una tarta de chocolate en un cumpleaños... o una boda.
Veintisiete kilómetros de túnel (¡27!) y miles de millones de datos embebidos en esto. Ciencia en estado puro, retos constantes para el conocimiento humano; un lugar con tantos cerebros de tan diversas nacionalidades y proyectos asociados que sólo podía tener hueco en Suiza. Aquí una respuesta negativa no es una decepción, sólo un paso más en la ciencia, un éxito para el saber: se descartan opciones y se ofrecen nuevas vías; así funciona la investigación... o debería.
Caminos de futuro, cuyos cimientos son la formación y la cultura. Sólo a unos ignorantes como nuestros políticos se les ocurriría liquidar a España de su colaboración en estas inversiones; en nombre de la crisis. La misión es desentrañar los misterios del Universo a partir de sus más simples y elementales componentes; así entienden los físicos de partículas la belleza, apoyada en su "modelo estándar". Se trata de generar y aprovechar el conocimiento... y de eliminar imbéciles, claro.

12 de junio de 2012

Ginebra (II): Palacio de Naciones Unidas, sobre lodos y ciénagas

Es muy fácil y está de moda ser separatista, independentista o nacionalista, buscar puntos de diferenciación (lengua, historia, tradiciones... y una gallina si hace falta) que resulten identitarios, para unir por una causa cuyo objeto último es- casualmente- separar. De otros. Fobias, exclusiones, marginación, desigualdad y desconexiones, demagogia barata al servicio de los sentimientos patrióticos. El nacionalismo no entiende de escalas, pero sí de desunión; donde cree encontrar identidad olvida comunidad, porque por delante de banderas e himnos estás las personas y sus sociedades.
Y por eso surgió la Organización de Naciones Unidas, con sus batacazos- la antigua Yugoslavia hace no tanto, o en estos días Siria- y su empeño constante en un camino recorrido desde hace ya bastante más de medio siglo. Aunque su Consejo de Seguridad sea un muñeco roto en manos de Estados Unidos de América o Rusia, sus principios morales y sus organizaciones derivadas son una guía para la integración y el bien común, para ponernos de acuerdo por la vía del diálogo y auspiciar toda voz que quiera aglutinar, hacer frente con justicia y solidaridad a los problemas globales.
Para ser su secretario general hace falta tener un nombre sacado de algún cuento de la ruta de la seda (Butros Butros-Ghali, Kofi Atta Annan o Ban Ki-moon), así que descarto mi candidatura. Pero he tenido la oportunidad de entrar en el Palacio de las Naciones en Ginebra, la sede permanente de la organización en Europa y su segundo lugar de encuentro más importante después de Nueva York. El complejo consta de dos partes bien diferencias: el Palacio, neoclásico, geométrico, soberbio, casi de imperio legislativo, espacio museístico y donde se encuentra la Sala del Consejo de la Sociedad de Naciones; y los edificios aledaños, más jóvenes, de trabajo y conferencias, funcionales, con oficinas y donde se encuentran la sala principal y la sala de conferencias XX, más conocida por albergar el Consejo de Derechos Humanos (reunido en nuestra visita) y su disparatada cúpula (un saludo a Miquel Barceló).
El el Parque de Ariana, junto a la Avenida de la Paz, frente al Comité Internacional de la Cruz Roja y sobre un pequeño promontorio que, como todo en esta ciudad, no le pierde la vista al Montblanc, se celebran miles de reuniones, asambleas y conferencias al año, entre otros tantos funcionarios, técnicos, expertos y políticos de todas las  regiones habidas y por haber, porque el gen separatista encuentra campos de cultivo donde sólo hay eriales. Se debate hasta la última coma, se negocia y se acuerda, porque eso es la civilización. Alguien tiene siempre que ponerle el cascabel al gato.

1 de junio de 2012

Islandia. Por fin

Apenas faltan unas horas para emprender viaje a Islandia. Larga ha sido la espera, intensa, emocionante, difícil la resolución, pero bendito el día que se nos ocurrió viajar a esta isla apartada de todo en el lejano septentrión atlántico.
En plena dorsal mesoatlántica, allí donde crecen las placas continentales euroasiática y americana, su geografía está viva y se comporta de forma vigorosa; de ahí los bramidos de sus volcanes. Campos de lava, coladas basálticas, fumarolas y géiseres hablan de la portentosa energía geotérmica bajo sus cimientos. Los glaciares, el hielo, el viento y el agua terminan de modelar un paisaje impracticable para el ser humano, desolado e inhóspito; una tierra a la que hay que ir con una capacidad infinita para asombrarse.
Un país de sagas y cabañas, navegantes, gente recia y bacalao, de hambrunas y milagroso desarrollo, estruendoso desplome y posterior resurgimiento a base de democracia y educación. Naturaleza pura, dicen. Admiro a todas aquellas mentes perturbadas que hace más de mil años decidieron, con valentía, hacerse a la mar en barcazas dejando atrás sus puertos escandinavos o irlandeses con el único objetivo de llegar más allá, desvelar la tierra incógnita, alcanzar la imaginaria "Última Thule".