3 de julio de 2012

Islandia (II). Alþingi, o prácticas para reconocer una falla

Sería una memoria maravillosa, un cerebro de capacidades ilimitadas.
A veces imagino ser capaz de recordar con precisa nitidez absolutamente todo lo que pasa por mis retinas, sin filtros ni olvidos. Poder activar un resorte que guardase una eterna sucesión de imágenes a la vez que nos movemos. No estaría mal, ahora mismo recordaría cada río, cráter, risco, glaciar o lengua de lava petrificada de nuestro paso a paso en Islandia. Pero hay inconvenientes: tendría menos ganas de volver, las fotografías estarían hechas sin alma y los recuerdos perderían su esencia, la discrecionalidad y subjetividad, su exposición al paso del tiempo y su unión irrevocable a los sentimientos. El viaje perdería esa fantasía que existe entre descubrir y recordar.
Entre las órbitas europea y norteamericana, y al mismo tiempo singular, aislada e independiente, Islandia propone una sociedad casi contracultural a favor de la tolerancia, la convivencia pacífica y la democracia igualitaria. Hacen falta mucho valor, fuertes convicciones y rebosar confianza para poner en tela de juicio- con luces y taquígrafos- a todo tu sistema político, económico y social, y empezar (casi) de cero; al menos los valores no los habían perdido.
Una de las raíces donde se hunde toda esta moral y sentimiento está en el Alþingi (Þ/þ sería el equivalente fónico a nuestra "z" o al "th" inglés), primer parlamento islandés allá por el año 930, uno de los más ancianos del planeta. El lugar es memorable: una falla desgarrada por fuerzas excepcionales- comparados, allí somos ridículos seres que sólo han conseguido erguirse- que separa Groenlandia y América de Eurasia al ritmo de la teoría de Wegener, junto al agua fresca del río Öxará ("hacha"), con el telón de fondo de ventisqueros aún bien colmados en verano, y bajo la cascada Öxararfoss. Allí es donde los pioneros demócratas de esta isla decidieron reunirse a hablar para no pelear.
La zona, junto al más extenso lago natural islandés (Þingvallavatn, 84km² azules), es uno de los cuatro parques nacionales que tiene declarados el país (un saludo a la cumbre Río+20- ¿cuándo? ¿dónde? ¿qué?- y al nuevo rumbo de la política medioambiental en España: sequía, recortes y Arias Cañete auguran buen cultivo para los incendios forestales): Þingvellir.
¿Y si pudiésemos rebobinar el tiempo a alta velocidad y ver cómo la quebrada, indomable, partía la tierra en dos? ¿Cómo sería el ruido de estas tripas: ronco, hueco, quejumbroso...? Si pudiese elegir, me quedaba con esta recreación tan hollywoodiense antes que con la memoria infalible; al fin y al cabo tenemos las fotos.

3 comentarios:

  1. ¿Sabes una cosa que me gusta de tus fotos y no te lo he dicho nunca? Que incluso viéndolas en chiquitito, se aprecia la textura de las cosas. En estas fotos pues es como si tocara las piedras, o el agua... :-)

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  2. ¡Muchas gracias Macarena! Tú y tu hermana siempre dando importancia a a los detalles más desapercibidos... Tendré en cuenta tu apreciación.

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  3. Cuántos grandes momentos nos quedan por recordar! No sabes la alegría que da saber que siempre quedarán con nosotros estos imágenes para cuando la memoria se haga viejecita y pierda nociones... Maravillosas las fotos ^_^

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