6 de agosto de 2012

Montar en bici nunca se olvida

Un mes después sigo sin explicarme cómo ha podido ocurrir. Se me hace difícil creer que he pasado prácticamente nueve meses sin tocar la bicicleta, viéndola coger polvo y apenas prestarle atención, con un sentimiento de morriña que tapaba con una venda en forma de zapatillas para correr. Y eso por no hablar de los casi dos años sin encontrarle la motivación. Tras las llamas y la destrucción del mundo, éste vuelve a su origen, conflagración mediante; la historia se repite.
El viento en la cara y su bufido en las orejas, la suave sensación de deslizar las ruedas por el asfalto, ágiles o tozudas pedaladas una detrás de otra, arriba y abajo, llanos, lomas, montañas, bosques, ríos, prados, campos de labranza. Una salida en bici es una clase doméstica de realidad, de Geografía, un batiburrillo de paisajes que se mezclan entre las retinas y la memoria. Y un enorme ejercicio de constancia y resistencia si te lo propones.
Parece que la chispa se ha encendido de nuevo en Tarragona, donde las carreteras tranquilas y agradables suman muchos kilómetros. Tenía ganas, las había acumulado entre tanta milla recorrida a zancadas. El ciclismo requiere de más tiempo que la carrera a pie, es cierto, pero disfruto como un cochino entre bellotas de cada uno de esos segundos. Los viñedos y pinos de mi nueva tierra adoptiva ya me saludan al pasar, y me ofrecen nuevos horizontes.
¿Cómo he podido pasar tanto tiempo sin montar en bicicleta? El eterno retorno, dicen.

1 comentario:

  1. Me gusta :-) quiero decir, que me alegro que puedas volver a usar la bici disfrutándola al máximo!

    ResponderEliminar