24 de enero de 2014

Zaanse Schans y los molinos mimados

A falta de paisajes montañosos, o siquiera ondulados, los holandeses son capaces de sacarse de la manga lugares pintorescos en cualquier rincón, aunque sea plano como la palma de la mano. Su ordenada combinación de campos cultivados, agua y construcciones es tan serena y armoniosa que no se olvida fácilmente. Los límites entre lo rural y lo urbano suelen ser suaves y cuidados, sin desgarros visuales, justo lo contrario a los desbarajustes que tenemos por costumbre en España.
Zaanse Schans es como una acuarela bucólica del pasado preindustrial de los Países Bajos, un museo al aire libre muy próximo a Ámsterdam en el que los autobuses cargados de orientales llegan a pares desde primera hora de la mañana, cuando ya está preparada toda la artillería en las tiendas de regalos y recuerdos.
La postal, con sus molinos bicentenarios, merece la visita; por lo pictórico del lugar y porque en un sitio así deben vivir manadas de gnomos...

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