19 de septiembre de 2014

Perímetro sevillano (II)

Paisajes que la Expo'92 nos dejó. Ya saben, lo que queda de los albores de nuestro gran ciclo económico.
Sin su Exposición Universal y, sobre todo, sin la enorme transición territorial y urbanística que conllevó, Sevilla seguramente seguiría siendo una ciudad enganchada a la primera mitad del siglo XX; la intervención quirúrgica transformó la red fluvial, hizo que la capital andaluza olvidara su miedo al río y dejara de darle la espalda (no hay quien conciba ahora Sevilla sin su Guadalquivir, ¿verdad?), regeneró su tejido ferroviario, abrió grandes avenidas al tráfico y, en general, mejoró todas sus conexiones terrestres con el exterior, gran circunvalación incluída.
Tuvo sus chapuzas, claro, de esas obligatorias en este contexto; en Sevilla vienen de serie, como la familia de tu cónyuge.

Costó que la zona recuperara la actividad tras los fastos de Curro (¡qué cosa!) y Felipe González (¡qué rostro!), pero hoy es lugar de trabajo de muchos sevillanos. No obstante, es raro que alguien se pare a echar un ojo más allá de los semáforos del día a día, y quedan grandes vacíos incluso en algunos de los lugares más simbólicos.

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